jueves, 1 de diciembre de 2011

La escuela y la violencia simbólica

Comienza Feito el apartado haciendo mención a dos autores, Tonucci y Bourdieu, que pese a vivir y pensar de maneras completamente diferentes, coinciden a la hora de adjudicar a la escuela cierta capacidad para ser fuente de violencia.

Tonucci ve al menos dos tipos de violencia que padece el niño al entrar en la escuela. Por un lado al niño se le priva del conocimiento de la complejidad del mundo sustituyéndola por libros de texto, y además se delimitan enormemente sus lenguajes, basándose en el oral y principalmente el escrito, desdeñando el lenguaje corporal, gestual, artístico, etc.

Bourdieu afirma que la escuela ejerce una violencia simbólica sobre los alumnos, siendo esta la imposición de sistemas de simbolismos y de significados sobres grupos  o clases de modo que tal imposición se concibe como legítima. Añade que el sustento principal del ejercicio de la violencia simbólica es la acción pedagógica, la imposición de la arbitrariedad cultural, la cual tiene tres vías para implantarse: Educación difusa, Educación familiar y Educación institucionalizada.

La arbitrariedad cultural está presente en todas las culturas, de modo que con la socialización se adquieren arbitrariedades culturales. Esto nos lleva a que en una sociedad dividida en clases, coexistan  diferentes culturas. El Sistema Educativo también tiene sus propias arbitrariedades culturales, siendo las mismas que las de las clases dominantes. De ahí que niños de clases dominantes y de clases dominadas vean de manera distinta la escuela.

Otra de las reflexiones interesantes que Feito recoge de Bourdieu es el hecho de que toda enseñanza descansa en la autoridad. Así es como la figura del profesor puede decir que se estudia o no. (El profesor cuenta con limitaciones).

Todo esto lleva a que la Educación no sea un juez independiente ya que los criterios para juzgar a los alumnos están determinados por la cultura de determinadas clases.

En este contexto de imposición de arbitrariedades, de maneras de percibir el mundo, no es extraño que el mantenimiento del orden en las aulas haya sido obsesión permanente en la escuela.

Como consecuencia de este canto a favor de la disciplina el modelo de pedagogía dominante de corte netamente transmisivo se ve reforzado. Los alumnos en dicho modelo están en silencio, un claro hilo conductor a la violencia.

Llegando a la parte final del apartado Feito nos habla de la figura de Foucault, el cual explicó  como resulta más fácil vigilar que castigar, es decir domesticar, normalizar y hacer productivos a los sujetos en vez de segregarlos y eliminarlos.

También se hace eco el autor de la figura de Julia Varela, quien explica el papel de la domesticación de los hijos de la clase trabajadora que la escuela ha desempeñado, recurriendo a las denominadas pedagogías disciplinarias.


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